miércoles, 30 de marzo de 2011

Ronde van Vlaanderen (Tour de Flandes)

En esta zona del levante, tenemos la suerte de compartir carretera con muchos belgas que nos visitan en invierno, buscando el buen clima. De esta manera conocí a mi amigo Eddy Pieters.
Eddy vive en Antwerpen (Amberes) y me cuenta que está planeando hacer la cicloturista que imita el recorrido del Tour de Flandes. Me ofrece su hospitalidad y me anima a participar junto con otros amigos belgas en la famosa marcha. Se lo comento a Nacho Silvero que está loco por las clásicas y nos apuntamos los dos en el recorrido completo (256 kms con 18 tramos de pavés).
Nosotros preparamos el tema del viaje y, Eddy y sus amigos se encargaron de la logística en Bélgica. En el vuelo hacía Bruselas coincidimos con Flecha y su compañero Horrilo(Rabobank) que se disponían a participar en la prueba profesional, juntos recorrimos el inmenso aeropuerto para recoger nuestras monturas, gracias a ellos lo hicimos rápido, porque el tema es complicado si no lo conoces.
Eddy nos esperaba en la puerta del aeropuerto con una pequeña furgoneta para llevarnos hacia Amberes, donde comeríamos algo en su casa y nos encaminaríamos hacía los alrededores de Brujas, donde pasaríamos la noche en un pequeño hotel junto con el resto del grupo.
El sábado pinta gris y de camino a la salida comienza a lloviznar. Pasamos el control entre miles de ciclistas y salimos camino de Ostende a mil por hora, bajo la lluvia. El viento gélido del mar del norte nos azota de cara y nos empapa pronto. Pronto pierdo de vista a mis compañeros que se lo toman con más calma, me integro en un grupo que vuela durante los primeros 100 kms de llano, el esfuerzo me mantiene caliente y ruedo agusto en el seno del gran pelotón. En breve llegamos al primer control de firma de los cinco que habríamos de pasar, como algo y repongo líquido, ha dejado de llover y parece que el día quiere abrirse después de 3 horas de lluvia.
Al iniciar la marcha me uno a un grupo más reducido que remolonea y nadie quiere tirar del carro, así que me pongo en cabeza y marco un ritmo algo más vivo. Pasamos diferentes poblaciones por el centro, entre el tráfico. En un cruce perdemos las escasas indicaciones y hacemos ocho ó diez kms de más debido a la confusión.
Pronto llega el primer tramo de pavés, es llano, pero la sensación es indescriptible, pierdes el control de tu cuerpo por las sacudidas la bici parece que va a hacerse añicos con la vibración, los brazos, el cuello, todo salta y vibra. Gracias a Dios es corto y sirve para darse cuenta de lo que nos espera. En el segundo tramo también en plano, le cojo rueda a un gigantón que entra como un tiro en el pavés, por el centro, con todo el desarrollo metido y agarrado al manillar como un poseso. Yo, detrás, a saco, volamos por el pavés, es la única forma de pasarlo, rozando las crestas de la piedra como una motora en el mar.
Dicen que la confianza es el peor de los aliados, y en el tercer tramo, cuesta a bajo, entro a tope, pero el camino hace una doble "S" y doy con mis huesos en la piedra al intentar girar en el pavés húmedo. Balance: un dedo ensangrentado y torcido, el culote roto y el músculo erosionado, el sillín empuntado hacia arriba y torcido.
No consigo mover el sillín, la rosca se ha bloqueado y decido continuar así. Me quedan 140 kms y todos los muros por pasar, esto pinta a tragedia, ¡menos mal que no llueve!
Recupero la compañía de Nacho por unos kms. pero le pierdo de nuevo en un muro, el pavés me mata, no aguanto la vibración en el dedo y casi no puedo sentir la mano, de frenar ni hablamos, lo de cambiar el plato imposible, la mano solo me sirve para apollar el peso del cuerpo sobre el manillar. Voy pasando por los muros sin poder ponerme de pié y con el sillín clavándose en ...
Llego a un control, me pongo en la cola para sellar y pillar algo de comer. Veo una tienda de campaña de la cruz roja y me acerco a ver si me pueden hacer algo con mi dedo. Me atiende una amable italiana que me mira con cara de lástima y me aconseja que me retire, el dedo tiene pinta haberse fracturado, me lo venda un poco y continuo la marcha, la avería del sillín sigue sin solución, tendré que romperlo para desmontarlo.
Llego al mítico Koppenberg y comienzo a subir el 22% pero la romería de gente andando me obliga a desmontar y seguir a pié, la calzada no tiene más de 1,5 m de ancho. El pavés está totalmente empapado de agua y barro, impracticable para la bici así que a caminar los 400 m hasta que se suaviza la pendiente.
El dolor del la mano me sube por el brazo, me llega al hombro y continua por el cuello hasta la mandíbula, la vibración en el pavés es cada vez más insoportable, intento inhibirme, olvidarlo. El sillín también comienza a resultarme insufrible, no siento mis partes, lo tengo todo dormido.
Ruedo junto con unos italianos que se compadecen de mi mal estado y me acompañan durante los últimos kms. Al paso por la capilla del Kapelmuur empiezo a creer que lo conseguiré, sólo queda el Bosberg y hasta Ninove es casi plano y sin pavés, así que rodamos rápido, con lo que nos queda en la reserva, después de caso 270 kms entramos en Ninove y giramos a la recta de meta, mis acompañantes esprintan, yo me dejo llevar y me alegro de haber llegado en algo más de 9 horas de calvario.

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