lunes, 29 de marzo de 2010

La QH

Uno de mis compañeros de andanzas, Paco, había oído hablar de la Ahora famosa "Quebrantahuesos". Otros ciclistas de la zona la habían realizado ya. Así que nos pusimos en contacto con ellos para que nos informaran, porque en 1996 internet no era lo hoy es, y teníamos que buscarnos la vida con revistas y por teléfono. Al habla con Pepe Muñoz (Galibier) y con Fernando Elías ("El Metge") nos cuentan sus peripecias en Sabiñánigo y nos animan a ir. Nos advierten de la dureza del pirineo y de que tenemos que dedicar horas a hacer fondo.
Decidimos apuntarnos junto con otros ciclistas de la zona y organizar el viaje a Huesca. Encontramos alojamiento en un camping de Sabiñánigo para Morant y para mi junto con mi mujer y el resto se alojan en Jaca. Cenamos todos juntos en Jaca y a dormir que hay que madrugar. A mi me entran las dudas de última hora y me pongo a cambiar el desarrollo para poner un 28 y quitar el 14 para que entrara.
Desayunamos Morant y yo en la cafetería del hotel, donde coincidimos con los profesionales ,que al día siguiente disputarían el campeonato de España. En la mesa en la que nos sentamos se sentaron también Olano y Ginés, saludamos a Peyo, Prucencio y otros. Y nos hicimos algunas fotos con ellos.
El día pintaba gris, pero no llovía aún. En la salida había ya muchos ciclistas, pero nos íbamos colocando según llegábamos. Entonces se salía del centro del pueblo. Del resto de compañeros no sabemos nada, tampoco se habían generalizado los móviles.
Salimos todos juntos, más de 1500 ciclistas, a saco camino de Jaca y Canfranc, comienza a llover.
Desde Jaca me emparejo con Peyo Ruiz Cabestany que era el homenajeado en esa edición y poco después de Canfranc, Peyo se para en el arcén y me dice, "yo me quedo aquí a esperar el coche, no tengo ganas de pillar una pulmonía".
No deja de llover, me paro en la cima de Somport a ponerme el chubasca y veo a mi mujer que está allí, pero no necesito nada, llevo de todo.
Tras una bajada peligrosísima, se forma una grupeta de unos 50/60 ciclistas que volamos hacía Spot. Deja de llover y me quito el chubasquero en marcha, se me engancha una manga en la rueda de atrás y me tengo que parar para no matarme, así que pierdo el grupo y me quedo solo.
Entro en Spot y comienza el Marie Blanque, suave, entre el bosque, ¡qué bonitooo!. una curva y una rampa, suaviza de nuevo, voy completamente solo. Otra curva y otra rampa, pero ésta ya no suaviza, veo una recta que se eleva entre la niebla y distingo los primeros cadáveres en bicicleta serpenteando por la estrecha carretera. Comienza de nuevo a llover, subo los kilómetros interminables pasando algunos ciclistas, otros, se paran en la cuneta a tomar aliento, "si me paro no arranco" pienso, mientras veo como un tío se cae delante de mi, no le ha dado tiempo ni a sacar los pies de los pedales. "¿Estás bien?", asiente y sigo penando, no veo más que 50 metros de carretera la niebla es cada vez más densa. Distingo un menda con una cámara de fotos apostado a la derecha del camino, intuyo que estoy en la cima y así es. Me detengo para ponerme el chubasquero, continuo hasta el avituallamiento, cojo algo de líquido y unos higos secos que me meto en el bolsillo, trago un plátano sin masticar y me lanzo carretera abajo. El firme está totalmente roto, lo que está reparado patina como el cristal así que veo múltiples caídas, una ambulancia en un camino recojiendo a alguien, pinchazos, reventones, averías. Por fin se acaba el descenso y tras salir de Bielle enfilo la carretera de Laruns dentro de un grupo que va agrandándose poco a poco. Pasamos por el desvío y leo "Coll du Aubisque", otro mítico, tengo que venir a subirlo algún día.
Me quito de nuevo el Chubasquero en los primeros kilómetros del Portalet, no me sienta bien comenzar a subir de nuevo, estoy helado, mojado. Como algún higo más y el resto los reparto a mis vecinos. Esto es largo así que paciencia, me quedo solo de nuevo, no puedo seguir ninguna rueda, tengo que ir a mi ritmo. Poco a poco el cuerpo me va funcionando y llego al pantano, no paro, me dan dos botellines de agua en la mano y veo allí más de 100 ciclistas parados comiendo. No llueve pero la humedad de la niebla me enfría, la altura se deja notar. Asciendo con otros que llevan un ritmo aceptable. Como una liberación, uno mete el 28 y lo metemos todos, nadie quiere quedarse ahora solo. De nuevo la niebla se espesa cuando pasamos por los túneles, parece invierno, llevo los pies como témpanos, me duelen al pedalear por el frió.
Ya en el puerto me paro pasando las viejas casetas de la frontera, me quito las zapatillas y escurro los calcetines, me pongo otra vez el impermeable, lo de las manos no tiene remedio, tengo que aguantar como sea.
Solo un par de kilómetros de descenso y aparece el sol, no sé nada de mis compañeros, estarán por detrás... En un baden pierdo el ciclo-computador que cae por un barranco y lo doy por perdido sin pararme.
Unos kilómetros más abajo me sacan de la carretera principal y rodeamos un pantano "esto no lo sabía yo", ni los que venían conmigo tampoco. Yo daba por terminado mi sufrimiento cuesta arriba cuando después de una curva, entre el bosque, se alza una rampa impresionante, algunos se paran, les ha pillado con todo el desarrollo metido. Dejo caer la cadena al plato pequeño y subo dientes hasta que ya no hay más, "¿pero que coño es esto?", "la Hoz de Jaca" me dice uno con acento maño. Joder con la famosa Hoz, a mí nadie me había informado de esto, subo como puedo totalmente acalambrado, mentalmente muerto, se acaba pronto y comienza una bajada peliaguda, pero seca esta vez. Cruzamos el pantano por la presa y me acoplo en un grupo que cada vez es más numeroso, hasta Sabiñanigo. El remate fue la pequeña cuesta para subir a la plaza donde acababa entonces la marcha. Miro la hora y calculo que estoy en el límite del ansiado oro, como algo que me trae mi esposa, espero la entrega de diplomas mientras van llegando algunos de mis compañeros.
Morant no llega, esperamos, pero no llega, preguntamos, no llega, empezamos a preocuparnos y no llega.
Después de mucho insistir nos informan de que ha sido trasladado al hospital de Pau en Francia junto con otro ciclista, ha sufrido una caída en la bajada del Marie Blanque. Nos dicen que van a poner un taxi para traerlo por que está bien y nos tranquilizamos.
Recojo mi diploma y veo el oro, me ha costado, pero aquí está, ¡estoy licenciado en ciclismo!. Todavía me han sobrado 15 minutos.
Cuando por fin llega nuestro amigo nos cuenta que le han metido en la ambulancia y que junto a él iba una chica australiana muy grave, que acabó por fallecer antes de llegar al hospital. Sufrió una caída junto con su marido, también en el fatídico Marie Blanque, recibió un fuerte golpe en la cabeza que la dejó inconsciente.
Ha sido un día agridulce, pero mañana queremos ver el campeonato de España antes de salir para Alicante, así que nos vamos a comer algo y a dormir.
Nos despertamos con la nueva tragedia, Mariano Rojas ha fallecido en un accidente cuando se dirigía a disputar este campeonato desde Cieza, la desolación en le pelotón es patente, el equipo Once no toma la salida en señal de luto por su compañero.
Manuel Fernandez Ginés se impuso al sprint a sus seis compañeros de fuga consiguiendo su mejor victoria como profesional. Le secundaron en el podio dos ilustres como Olano, que lucía el maillot de campeón del mundo, y el local Fernando Escartín. El sprint se vió envuelto en una extraña circunstancia ya que Olano, campeón dos años atrás, después de rebasar a Escartín regaló la victoria a su compañero en el equipo Mapei.

martes, 23 de marzo de 2010

Los Lagos



Lo había visto por la tele, un puerto mítico de la vuelta y tenía la posibilidad de participar en una marcha cicloturista que acababa allí.
Era abril de 1995 y la marcha sería a principios mayo, quedaba menos de un mes para buscar algún loco, que se pegara conmigo los mil kilómetros que hay hasta Asturias, para subir a Los Lagos de Covadonga. Pero este inconsciente no andaba lejos y me costó poco convencerle. Juan Carlos Moránt un chico delgado con una planta de ciclista que te pasas.
Llegado el momento partimos hacia Asturias pasando por Madrid sin parar, un día de perros, se auguraba un fin de semana pasado por agua. Después de un largo viaje lloviendo llegamos a Blanes y empezamos a buscar donde pasar la noche, tras preguntar en una aldea nos indican un caserío que alquila habitaciones, y allí nos presentamos a ocupar la última buhardilla disponible. Nos cambiamos y nos vamos a por los dorsales y a cenar algo. Coincidimos con Leopoldo Bernabeu que también ha venido a la marcha y nos mete el miedo en el cuerpo, dice que lleva algunos días por aquí y que el puerto se las trae.
Amanece nublado y húmedo, nos ponemos en la cola de la salida justo a tiempo y comienza la marcha a buen ritmo, el "orbayu" no deja de caer y la carretera está muy mojada, las previsiones son aún peores y los organizadores de la marcha, deciden acortarla y después de poco más de sesenta kilómetros enfilamos en pelotón las rampas de Los Lagos.
Pasamos por delante del santuario que está plagado de autocares y ascendemos entre el bosque hasta que la cosa se pone dura de verdad y comienza el rosario. Moránt se ha ido por delante como una bala, pero me lo encuentro en la cuneta parado en mitad de la famosa "Huesera". Sigo entre ciclistas que se paran y otros que me adelantan con dificultad hasta el Mirador de la Reina, aquí suaviza la cosa y puedo recuperar algo, hay niebla y sigue cayendo agua, después de un repecho viene una curva de izquierda y una pequeña bajada, noto un frío intenso en la frente que me paraliza y puedo ver el primero de los lagos, hay hielo en la carretera y nieve en las laderas, la gotas se transforman en copos y nieva. Rodeo el lago, subo por la ladera contraria hasta el segundo lago que está en medio de un gran circo glaciar, allí está todo el mundo parado esperando que le den un papel con un número de llegada. Rechazo el papelito y voy a buscar el coche que mi mujer ha subido hasta allí horas antes, me quito la ropa tiritando de frío y me abrigo con ropa seca, envío a Luisa a buscar a Morant para que lo traiga al coche antes de que se muera de frío. Ya secos nos hacemos las fotos de rigor aunque del paisaje se ve más bien poco y enfilamos la bajada en el coche. De camino nos vamos cruzando con los rezagados, gente andando con la bici en la mano, ateridos de frío y agotados, vemos a Leo que sube encima de la bici pero muy atrancado, casi no puede mover el desarrollo.
Paramos un momento en el santuario para ver "La Santiña" y buscamos un lugar para comer antes de iniciar el regreso a Benidorm, al verano, al calor.

La Marina


Al poco de inscribirme en el club de Benidorm, me entero de que casi todos los domingos se organizan carreras para ciclistas. Hablando con un ciclista mayor que yo me cuenta que él va a correr a menudo y pienso"joer, si éste va, yo también". Me habla de La Marina que se celebra por la comarca en los meses de enero a marzo, pero en la Vega Baja hay carreras casi todos los domingos y algunos sábados.
Días antes había conocido otro ciclista de La Vila que ya había corrido alguna carrera y me picó la curiosidad, así que me saqué la licencia y me fui con él a Monovar a correr en un circuito urbano.
Ni me lo podía imaginar, salieron a mil por hora y en un par de vueltas me vi descolgado con otros, dando vueltas hasta que nos doblaron, "esto es de locos, ¿cómo se puede ir así?". Aquella carrera la ganó Juan Carlos Botella, terminaba en una ermita al final de una empinada rampa y allí nos fuimos a ver la llegada. Recuerdo la bici que llevaba el "Boti", un cuadro de carbono aerografiado con un dragón, que me dejo alucinado, ¡que cosa más bonita!. Volví a casa con el convencimiento de que aquello era demasiado para mi, tendría que entrenar mucho, mucho, más.
Otro día fui a correr a Javea, al puerto, otra circuitada, allí conocí al "Quirro" que ya se había quedado antes que yo, y este corriá a menudo, así esto me levantó algo la moral. Fuí conociendo gente de la comarca que competía habitualmente y quedaba con ellos para ir a las carreras para pillar el ritmo de competición y aprender de ellos.
Sin idea ni planificación iba entrenando y corriendo como Dios me daba a entender, el caso era entrenar fuerte y a menudo, de alimentación ni idea, de series ni "papa", todo a boleo y a base de kilómetros. ¿Que no andas?, a entrenar más. ¿Que estás cansado?, a entrenar más. Los pulsómetros no había oído ni mencionarlos, no sabía ni que pudiera existir un artilugio así.
Cuando llegó diciembre me comentaron que había gente que quería participar en La Marina y que si quería podría acompañarlos. Todos eran más jóvenes que yo, y habían corrido desde niños. La primera carrera la ganamos y yo ni me enteré, "¡empezamos bien!" estoy en un equipo de primera línea. La segunda también, esto marcha de lujo, me codeo con la flor y nata del ciclismo comarcal. Tenemos un crak que gana con una pata y cuando no gana es por que cede el triunfo a un compañero. Yo no acabo alguna carrera, pero subo al podio todas las semanas con mis compañeros de equipo, estaba alucinado, nos respetaban todos, el maillot de Benidorm era admirado en el pelotón y Luis acaba por ganar sobrado La Marina.

El reencuentro


Desde que me vine a la costa no había vuelto a tocar la bici, yo en Benidorm y la bici en Madrid criando mugre. El curro, la familia, etc... ¡Que no tenía ni tiempo ni ganas!.
Un domingo, después de la fiesta del sábado, me "empapelan" a los niños y me mandan al parque acuático a pasar el día. Pillo una hamaca en la zona infantil y entre cabezada y cabezada les echaba un ojo a los churumbeles. Todo el mundo ha visto a eso fotógrafos que deambulan retratando a todo bicho viviente sin compasión ninguna... gente sin escrúpulos, sin ética ni estética que a la salida del parque cuelgan tus fotos, a la vista de todo el mundo sin ningún pudor ni vergüenza.
Así que me hallaba yo buscando las instantáneas de mis niños cuando mi hija grita: ¡¡¡papá aquí hay una tuya!!!. ¡Dios, no es posible, hay que retirar eso de la vista!. Me acerco hasta mi hija, arranco la foto del expositor, la pago sin mirarla y allí estaba yo con "toa la tajá", la cara hinchada de dormir, el michelín, que al incorporarme para buscar a los niños con la vista, colgaba infame desde mi abdomen y ese bermudas de colores... Un cromo.
Pero en vez de deprimirme ante lo estropeado de mi aspecto físico, hago acto de contrición y me arrepiento de mis males y vicios, con propósito de enmienda juro dejar la mala vida, las comilonas, el whisky, el paquete de Ducados y hacer deporte; a los 32 tacos no puedes haber llegado a tanta degeneración.
En el primer viaje a Madrid me traigo la vieja BH, la limpio, la engraso y me subo en ella para dar una vuelta por los alrededores de mi casa, en camiseta, pantalón corto y playeras. El pecho me iba a explotar de un momento a otro y las patas me dolían como si me las estuvieran amputando sin anestesia.
Poco a poco salgo a dar algún paseo y empiezo a mejorar la bici que se había quedado muy anticuada, las ruedas eran de acero, los puentes de los frenos grandes, pongo camisas y cables nuevos, me hago con unas ruedas modestas pero de aluminio, unos frenos más pequeños...
Mis salidas son cada vez más largas pero sólo los domingos de mañana y solo, no conocía a ningún ciclista de mi edad.
Un domingo me entero de que por los alrededores va a pasar una carrera profesional y me voy a verla en bici, se trataba del trofeo Luis Puig que salía de Valencia y llegaba a Benidorm, pero no sabía muy bien el recorrido así que paré a preguntar a dos ciclistas que estaban arreglando un pinchazo y no tenían ni idea de lo que les estaba hablando. "Estos dos están más perdidos que yo..." Así que hablando con ellos me dicen que son de Benidorm y que salen los domingos con otros ciclistas, a la vuelta me doy cuenta de que tienen un nivel parecido al mio, aunque el más viejo sube muy bien.
No me lo pienso y el siguiente domingo me presento dispuesto a salir con ellos, después de las presentaciones comenzamos a rodar hacia Calpe y Benissa, "esta gente no tiene piedad, van a terminar conmigo" en la bajada a Gata de Gorgos recupero algo y de camino Javea me encuentro algo mejor pero después de una parada para robar unas naranjas comienza la subida a Benitachell y de nuevo comienzo a sufrir, y así hasta casa. 100 kms, esto marcha, seguro que la semana que viene voy mejor.
Todos los domingos durante meses estuvimos haciendo el mismo recorrido salvo algunas excepciones, cuando el tiempo mejoró empezamos a subir a Guadalest y Tárbena.
Un buen día me entero en la tienda de Javier que los del club de Benidorm organizan una marcha y después dan una comida en un hotel. "Qué triperos" pienso, pero no estará mal probar a salir con más gente y lo mismo me apunto a ese club. No lo pensé más y me inscribí en la dichosa marcha, llegué medio muerto, ¡y eso que era controlada!. Pero me encantó, quedé entusiasmado con la gente, el buen rollo, los piques, el ambiente, ...todo.
Esto no tenía marcha atrás, compré un nuevo cuadro, precioso, amarillo y níquel, unos pedales automáticos, las manetas integradas tubieron que esperar, pero al final también las conseguí y así empecé a salir más a menudo, me apunté al club, asistía a algunas marchas e incluso pensé en sacarme la licencia para correr, pero todo llegaría en su momento, y así fue.

lunes, 22 de marzo de 2010

Locura


Corría el verano del 81, en Julio estuve con mi familia recorriendo Portugal en la rulot, y a la vuelta de nuevo en Madrid, no había nadie, toda la peña estaba desperdigada por los pueblos de su familia. Después de quince días de tedio y calor, empiezo a pensar en irme hasta septiembre al pueblo de mis abuelos en Galicia. Le cuento el tema a mi padre y me espeta: "haz lo que quieras pero después de las vacaciones no nos queda ni un duro, así que te vas a "dedo" o en bici...". ¡Coño!, no lo había pensado pero... no era tan mala idea. "Tú no estás bien chaval, ¿cómo te vas a comer 600 kms en bici?", mi padre alucinaba y mi madre me miraba con estupor y preocupación "¿no serás capaz de semejante jilipollez?".
Dice el refrán que tiran más dos ...., en fin, que habia conocido yo en el pueblo a una prima mía que estaba "mu apañá", y ya se sabe que "el que tiene prima se la arrima".
Así que con 2.000 pelas, el saco, algo de ropa y poco más en la mochila, salgo un 15 de agosto atravesando Madrid para coger la carretera de La Coruña rumbo a Orense encima de mi BH, que en los últimos años había sufrido algunos retoques: doble plato, sillín de cuero(el original era de plástico) y alguna pegatina fardona. Como la cosa había surgido así sin pensarlo, no tenía ningún tipo de preparación, hacía meses que no me subía en la bici, y no tenía ni un maldito culotte que llevarme a la entrepierna, la cosa pintaba dura, dura.
A la hora de comer ya estaba al pié del puerto de Los Leones en Guadarrama. Una pena que los ciclistas no puedan pasar por el túnel, así que a sufrir cuando más calor hacía. Un ratito a pié y otro en bici, llego al collado y me dejo caer hasta San Rafael. Los hombros destrozados de la mochila, de la entrepierna prefiero ni acordarme. De esta guisa llego al km 100, Puente viejo, y se me ocurre la idea de pasar a ver a una antigua "novieta" y amiga del barrio que tiene allí un chalet, tuve que esperar en la puerta de la urbanización a que saliera a buscarme por que el tío de recepción no me dejaba pasar con esa pinta sospechosa, así que llamó a la casa y mi amiga Paloma salió a buscarme sorprendida de verme por allí.
Ya en la casa, su madre que me conocía del barrio, no salía de su asombro y me miraba apenada. Su padre no dejaba de hacerme preguntas inquisitorias; "¿ Y tu padre te ha dejado hacer esto?, ¿y donde piensas dormir?, ¿y si te pasa algo?..." Como se puede suponer no me dejaron marchar hasta el día siguiente por la mañana, después de atiborrarme durante la cena y el desayuno.
Parto de Puente viejo después de mil consejos y lamentos por parte de la madre, y me enfrento de nuevo a la carretera. Me detengo en una gasolinera de Sanchidrián para pillar un poco de agua y me siento un momento para acomodarme las zapatillas, en eso que me preguntan por la espalda y con acento gallego: "¿Donde vas rapaz?", "a Orense" contesto mirando al hombre que se bajaba de un trailer, "joder neno que paliza te vas a pegar", "yaa" le digo con resignación y se mete en la caseta de la gasolinera. Antes de marchar me ofrece llevarme hasta Benavente en el camión que va de vacío, me lo pienso y deniego la propuesta agradeciéndole al hombre su interés, "tengo que llegar en la bici, gracias". Más tarde me acordaría de esta estupidez.
Paso por los pueblos de Castilla luchando contra el viento y mis limitaciones físicas, que van siendo notables, pero me niego a rendirme hasta llegar a Benavente donde busco algo de comer en un super, llamo a casa desde una cabina, y me voy a dormir a la vera del río con mi saco, al raso. He hecho cerca de 200 kms y no tardo en quedarme dormido.
Me despierta la luz del amanecer y salgo del saco que está empapado del relente del río, lo cuelgo de una rama al sol que lo seca mientras pego un bocado y medio litro de leche, recojo el tinglado y atravieso Benavente para enfilar la N-525 que me llevará a Sanabria donde empieza lo bueno, se acabó el llano.
Subo el Padornelo, puedo ver los pilares de los viaductos en construcción, el paisaje cambia por completo, el verde remplaza al amarillo de los trigales del agosto castellano, hay regatos de agua por todos lados y la subida se me hace amena (es la primera del día). Coronar y bajar para empezar de nuevo a subir A Canda, paro varias veces a coger aliento y mirar los prados y los montes, bajar de nuevo para encarar As Fumaces, y ya van tres, empiezo a sospechar que tendré que dormir otra noche al raso, he calculado mal, la parada en Puente Viejo me va a retrasar medio día más. En Verín compro algo de comer, llamo a casa, y con las últimas luces del día subo As Estivadas, pero no me atrevo a bajar sin luz y busco refugio entre unas peñas para dormir y reponer alimento, estoy en la cima y hará más frío, espero que entre el palizón y el saco de plumas, no me cueste conciliar el sueño...
No me he enterado, he dormido como una marmota, la proximidad de la carretera me despierta con el paso de los camiones y me preparo para afrontar la última etapa. Me dejo caer puerto a bajo hasta Viladerey y allí me desvío por la carretera que me llevará a Vilar de Barrio pasando por Escornabois y Sarreaus. Carretera estrecha típica de Galicia rodeada de prados y árboles, hay olor a hierba cortada y veo los primeros "cabaceiros", estoy cerca, vuelo sobre la carretera, no me duele nada. En Vilar de Barrio tengo que buscar la carretera de sierra que me llevará en unos kms. a la aldea de mis abuelos, paso junto al santuario de la Virgen de Los Milagros, cruzo "la puente" del río, subo la cuesta y por fin veo las primeras casas de Foncuberta. Entro por las calles sin asfalto del pueblo, es cerca de medio día, y de camino para la casa veo caminar a mi abuelo hacia mi, pero no me reconoce, no espera mi llegada, le saludo "¡abuelo!", "pero... ¡manda carallo!" no se lo puede creer, mira buscando no sé qué, "¿de donde vienes, viniste en el tren?", "no abuelo, vine en bici desde Madrid".
Se puede imaginar la sorpresa de mi abuela, al verme subir las escaleras. Estaba pelando judías verdes y casi se le cae la perola que tenia sujeta entre las rodillas mientras miraba la tele, días antes habia sufrido una caída y estaba con una pierna escayolada.
Los días en la aldea no los olvidaré nunca, de mañana al campo con mi abuelo a trabajar, después de comer la siesta, y por la tarde-noche a Maceda de fiesta con los amigos. Mi prima ni caso, se había echado novio, mejor... vía libre. Entre el dinero que me dió mi abuelo por los servicios prestados, las copas gratis a cambio de poner música en el garito de moda, y el viaje de vuelta en el tren correo desde Baños de Molgas (que pagó mi abuelo), regresé a Madrid con mas "pasta" de la que salí.
No inventé el cicloturismo... pero casi.

Antecedentes

Creo que en los '70 la posesión más preciada de un niño de 12 años era su bici, la sensación de libertad, de poder ir más allá de las calles de mi barrio de Madrid, salir a los campos que rodeaban el barrio periférico y obrero donde me crié, no había mejor entretenimiento ni aventura, que despertar a la adolescencia acompañado de mis amigos pedaleando como posesos entre los escombros y dejándonos caer por los terraplenes. Las rodillas desolladas, los chichones y las moraduras delataban ante mi madre las andanzas callejeras y las guerras de tirachinas, "un día os vais a sacar un ojo..." se lamentaba la pobre, mientras intentaba curarme las heridas entre los alaridos de escozor que me provocaba el agua oxigenada. Las carreras de chapas, las bolas (canicas), el peón y los mil inventos que maquinábamos para pasar los días después del cole, saltado por los patios persiguiendo a los sufridos gatos, observando de lejos a las chicas con curiosidad mientras jugaban a sus insulsos juegos de la "goma" y los "bonis".
Pero mi sueño más deseado era la bici de "carreras" que mi padre me prometía a cambio de buenas notas, envidiaba profundamente al repelente de "Rafaelín", que se paseaba indiferente en su preciosa bici de carreras mientras nos negaba una "vueltita" diciendo: "es que mi padre no me deja que la preste, por que el domingo tengo que ir a correr una carrera". Me conformaba con una vieja "Rieju" de tres piñones destartalada, que tenía el hermano mayor de Simón y que me dejaba dar una vuelta a la manzana a cambio de alguna canica o chapa tuneada con el cromo de algún ciclista de la época.
Tras mil súplicas y el graduado escolar por los pelos, llegó la ansiada bici. Estábamos en Aranjuez, en un camping, pasando el verano, cuando veo aparecer el R-6 de mi padre con una bici nueva en el techo, una BH Titán color cobre con sus cinco piñones, reluciente.... casi me da un pasmo, porque no me la esperaba, todavía me tenía que examinar de "matracas" en septiembre y había perdido toda esperanza de tener bici nueva ese verano.
Acepté sin rechistar todas las condiciones y con la promesa de aprobar las "matracas" me subí en la bici y salí del camping como una bala a recorrer los caminos rurales junto al Tajo entre los maizales y los frutales. ¡Por fin! no tendría que volverme a subir en la ridícula "Avelux" plegable que pasó a manos de mi hermana pequeña.
No me importaba tener que montar solo, los demás no querían venir en sus bicis de paseo, solo Paul con su Choper de marchas era capaz de seguirme en las largas salidas por los alrededores de Aranjuez, sin horarios, solo para comer y estudiar las puñeteras "matracas" en las horas de la siesta, y después otra vez sobre la bici... a volar bajo.